Invasiones y sobreexplotación amenazan al único acuífero subterráneo de Arequipa

Invasiones y sobreexplotación amenazan al único acuífero subterráneo de Arequipa

Cada vez son más las poblaciones que, con apoyo de las comunidades campesinas, se instalan ilegalmente en los cerros de los distritos de la zona Sur Oriental de Arequipa.

Ellas se están convirtiendo en un riesgo para la conservación del único acuífero subterráneo en la ciudad que da vida a la agricultura y a las poblaciones. Por un lado, afectan a la absorción de agua y, por otro, contaminan el subsuelo.

Según especialistas de la Autoridad Nacional del Agua (ANA), existen alrededor de 300 pozos ilegales que provocarán que las reservas de agua se agoten para la zona Sur Oriental. ¿Qué están  haciendo los municipios y el gobierno regional al respecto?

El incremento poblacional en los cerros de la zona suroriental de la ciudad se ha convertido en un gran riesgo para la conservación de una de las principales fuentes de agua. Contaminan el subsuelo, afectan la absorción de lluvias, destruyen el bosque de queñuales y han cavado pozos ilegales sin que la Autoridad Nacional del Agua pueda identificar la magnitud del daño. Hoy podrían haber llegado al límite del uso de este recurso.

 

Por Roberth Orihuela Quequezana

Esta investigación fue elaborada con el respaldo del FOREC – Foro de Reporteras y Reporteros en Conexión, en alianza con IDEA Internacional.

«CADA VEZ QUE SE CORTA EL SERVICIO de agua potable en la ciudad, amigos y familiares vienen a mi casa para llenar sus baldes y bidones. Aquí nunca falta el agua”, cuenta Sergio Velarde, un agricultor de la parte alta del distrito de Socabaya, en la ciudad de Arequipa, donde extrae agua del subsuelo casi de forma ilimitada. La última vez que donó este líquido fue durante los primeros días de febrero, cuando la empresa de Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Arequipa (Sedapar) cortó la dotación para más del 85% de la población durante una semana, debido a que fuertes huaicos, con piedras y lodo, cayeron sobre el río Chili desde las faldas del volcán Misti. Esto generó un riesgo para el tratamiento de agua potable.

El otro 15% de la ciudad, que vive en la zona suroriental de Arequipa, no sufrió las consecuencias de las lluvias, pues no dependen del río Chili sino del acuífero que se acumula bajo los cerros de los distritos de Characato, Chiguata, Mollebaya, Polobaya y Pocsi. Sus aguas emergen en forma de manantiales que emanan de las faldas de algunos cerros alrededor de estos distritos.

Sin embargo, el acuífero de la zona suroriental de Arequipa está amenazado por la sobreexplotación del recurso hídrico y también por las invasiones de terrenos que buscan urbanizar los cerros. Los pobladores más antiguos de la zona y algunos especialistas de la Autoridad Nacional del Agua (ANA), el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) y del gobierno regional de Arequipa señalan que la proliferación de viviendas ya ha provocado la desaparición de algunos manantiales y la construcción de pozos clandestinos. Esto sucede a vista de las autoridades regionales y municipales, quienes hacen poco para cuidar los acuíferos a pesar de tener normas que ordenan y estudios científicos que recomiendan protegerlos.

Sergio Velarde es un agricultor que con agua subterránea ha revivido terrenos que estaban abandonados.
Desde el cielo, las chacras de Sergio Velarde asemejan un oasis en medio de invasiones de terrenos.
Maíz, papa, alfalfa y árboles frutales son algunos de los cultivos que Sergio Velarde tiene en sus chacras.

El acuífero sobreexplotado de Arequipa

Sergio Velarde, sombrero de ala ancha, camisa manga larga, pantalón jean y zapatos de cuero, muestra su pozo de donde extrae agua todos los días. Tiene una profundidad de unos 50 metros y, con ayuda de una motobomba que funciona con energía producida por paneles solares, extrae el agua que luego almacena en un estanque. El método es sencillo y no ha variado mucho por décadas, salvo que antes, en lugar de motobombas de gasolina o eléctricas, se utilizaban molinos de viento. Velarde cuenta que, hasta hace 30 años, los terrenos familiares que ocupa eran chacras, las que por muchos años estuvieron abandonadas y secas. Solo hace ocho años se jubiló como camionero y volvió a tomar posesión de estos espacios para sembrar árboles frutales, maíz, papa y alfalfa.

El único problema era que faltaba agua. La zona donde se ubica está en la quebrada de Machaguaya, a una hora del centro de la ciudad. Metros más arriba del puente que une los distritos de Socabaya y Mollebaya había hace no más de tres décadas un ojo de agua del que se proveían decenas de agricultores de Socabaya. Rodolfo Ali Linares, un anciano de más de 80 años, recuerda las antiguas chacras llenas de cultivos y sobre todo de árboles frutales que existían allí. Cuenta que cuando era joven tomaba a escondidas los membrillos, peras e higos que abundaban. “Todito esto era huerta. El agua salía de acá arriba, del ojito que había acá, unos 15 o 20 litros por segundo. Todo eso regaba. Ahí estaban los andenes”, dice, mientras señala un territorio ahora seco. En las imágenes satelitales de Google Earth aún se ven las evidencias de lo que cuenta.

La explosión demográfica de la zona mató ese manantial. Hoy solo se puede encontrar un estanque vacío y a su lado un tubo de cuatro pulgadas de donde emanaba el agua, como últimos vestigios y pruebas del ojo de Machaguaya. Y alrededor hay miles de casas erigidas desde la primera década de este siglo.

El acuífero nace gracias a las lluvias y el deshielo que ocurren por el lado del volcán Pichu Pichu y en el bosque de queñuales.
El agua que se introduce al subsuelo emana hacia el exterior en forma de manantiales ubicados en la parte baja.

EL ACUÍFERO SUBTERRÁNEO

DE AREQUIPA ESTÁ

EN PELIGRO

El acuífero de la zona sur oriental de Arequipa está amenazado por el incremento de invasiones de terrenos, la sobreexplotación de pozos y la deforestación. Estas acciones ponen en riesgo los manantiales por donde emana el agua y que dan vida a la agricultura y la población tradicional de los distritos de Chiguata, Sabandia, Socabaya, Pocsi y Mollebaya

Estudios del Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico del Perú (Ingemmet) y de la Autoridad Nacional del Agua (ANA) dan cuenta de la existencia de al menos 37 manantiales en toda la zona suroriental de la provincia de Arequipa. Estos se abastecen del acuífero subterráneo que acumula 925,68 millones de metros cúbicos de agua, casi el doble de la capacidad de la represa Condoroma, que brinda agua para el proyecto Majes, en El Pedregal. Esta cifra es relativa pues, de acuerdo con los informes, el acuífero está en constante movimiento y depende del ciclo de lluvias que se dan sobre el volcán Pichu Pichu y en sus faldas.

En pocas palabras, el acuífero es dinámico y va cambiando. Sin embargo, la sobreexplotación del recurso es un factor que se debe tener en cuenta. De acuerdo con los datos de aprovechamiento del acuífero elaborado por la ANA, la explotación mediante pozos de aguas subterráneas en Socabaya, el distrito más grande de la zona suroriental, cambió de 63 mil metros cúbicos al año en 1972 a 91.608 m3 en 2002. En el último estudio realizado en 2018, el agua extraída de los pozos llegó a 756.118 m3, es decir, la cantidad ascendió más de doce veces en 46 años en este distrito.

En el caso de Characato, la medición oficial pasó de 3 mil metros cúbicos en 1972 a 278.834 m3 en 2018, más de 92 veces en 46 años. En 2018, la ANA también consideró a Mollebaya, Quequeña, Yarabamba, Paucarpata, Sabandía y Socabaya, quienes junto con Socabaya y Characato sumaban 2 millones de metros cúbicos anuales de uso del acuífero. El jefe de la Autoridad Administrativa del Agua (AAA) en Arequipa, Ronald Fernández, explicó para este reportaje que no se volvió a hacer un nuevo estudio debido a su alto costo.

Además, la explotación de los manantiales ubicados en la zona suroriental —como el Ojo del Milagro de Characato o el de Yumina, en Sabandía—, alcanzó los 27,8 millones de metros cúbicos (hm3) de extracción al año.

En total, la explotación del recurso hídrico alcanza casi 30 hm3, un poco menos que lo acumulado por el Dique Los Españoles y Aguada Blanca, dos de las represas que almacenan el agua potable para la ciudad de Arequipa. Esos 30 hm3, además, equivalen al 68% de lo que produce al mes la planta de tratamiento La Atarjea, la cual abastece a Lima Metropolitana.

Jesús Aguilar ha denunciado por años la proliferación de invasiones en los cerros, que afectarían el acuífero subterráneo.
Debido a las invasiones de terrenos, algunos ojos de agua, como este en la quebrada Machaguaya, han muerto. Ya no emana agua.

El riesgo de los pozos clandestinos

La construcción de los pozos clandestinos son un riesgo real, explica el presidente del Consejo Regional de Recursos Hídricos de la Cuenca Quilca Chili, Jhonny Castro Patiño. En el 2002, la ANA encontró solo 55 pozos entre los distritos de Quequeña, Socabaya, Yarabamba y Sabandía. Para el 2018, logró identificar más del doble de ellos, 118. Hoy, la cifra de pozos ilegales es incierta, porque según el jefe de la AAA en Arequipa, Ronald Fernández, no cuentan con personal ni recursos para realizar un nuevo estudio.

Para este reportaje se solicitó información a la ANA sobre el número de permisos oficiales que se entregaron en la zona, pero la respuesta fue que no contaban con esa información. “Al no contar esta Administración Local de Agua con un informe en físico que detalle la información solicitada; y así mismo al no estar contemplado en los supuestos de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública la generación y/o creación de nueva documentación; no es factible remitir lo solicitado”, dice la respuesta en la carta N° 0214-2024-ANA-AAA.CO-ALA.CH.

Podría haber cientos de pozos clandestinos. Jhonny Castro explica que la explosión demográfica en los distritos de la zona suroriental de Arequipa ha provocado naturalmente la necesidad de mayor cantidad de agua. A diferencia de los distritos que se ubican cerca al río Chili, por donde fluye agua durante todo el año, los distritos de Mollebaya, Socabaya, Yarabamba, Characato y Sabandía no tienen ríos permanentes, sino estacionarios que se activan en la temporada de lluvia, y solo cuentan con los ojos de agua y el acuífero.

“Entonces mucha gente elige excavar sus propios pozos y extraer agua sin contar con los permisos de la ANA o de las Autoridades Locales de Agua (ALA)”, dice Castro. Para la autoridad, esta sobreexplotación sin control podría reducir el acuífero y a la larga provocar que se seque. “El riesgo no solo es perder el acuífero, sino también fuentes de agua como el Ojo del Milagro o el Ojo de Yumina, que hoy abastecen a la población de Characato y Sabandía y la agricultura tradicional de la zona”, añade.

En la zona de Yanayacho, en Characato, hay invasiones de terreno que podrían afectar el acuífero.
También en Mollebaya se han instalado cientos de personas en los cerros. Muchos de ellos ya viven allí permanentemente.

En suma, la capacidad máxima de recarga por lluvias y el flujo de ríos y torrenteras que tiene el acuífero por año es de 112 hm3. Entonces —explica el presidente del Consejo Regional de Recursos Hídricos de la Cuenca Quilca Chili—, se ha determinado que no se pueden dar permisos por más de 92.57 hm3 de explotación del agua subterránea a nivel de todo Arequipa, no solo la zona suroriental. Y hasta el momento ya se han entregado más de 45 millones de litros, casi la mitad. Eso de manera oficial. Extraoficialmente, señala el especialista, hoy se podría estar llegando al límite de explotación debido a los pozos ilegales y a la gente que usa agua sin permiso de las autoridades.

El especialista refiere que son las Autoridades Locales de Agua las que deben fiscalizar el buen uso del recurso. Castro estima que habría alrededor de 300 pozos ilegales, la mayoría para uso doméstico. Y en caso continúen explotando sin control podrían provocar que el agua almacenada baje de nivel causando escasez y también a futuro la desaparición de los manantiales.

Así también lo advierte el agricultor Sergio Velarde, quien cuenta que cada año debe perforar más profundo su pozo para alcanzar al acuífero. “El problema es que en casi todas las viviendas de aquí hay un pozo. La gente ha excavado y extrae agua sin permiso de la ANA. El nivel del acuífero baja y tenemos que adecuarnos, bajando los tubos más profundamente”, dice. Velarde pide que las autoridades de la ANA fiscalicen mejor la construcción de pozos, pero también el uso que les dan. Denuncia que muchos extraen el agua para venderla en camiones cisterna a los pobladores de las invasiones que cada vez crecen más en Yarabamba y Mollebaya.

Sobre ese último punto, el jefe de la AAA, Ronald Fernandez, señala que han recibido denuncias, pero por falta de personal no pueden acudir a verificar en todo momento. Jhonny Castro también advierte que eso es un delito. “Uno puede ser propietario de un terreno y allí tener un pozo o un ojo de agua. Pero ese recurso no es suyo. El agua es patrimonio de la Nación y es administrado por el Estado. Y para explotarlo debe contar con un permiso de la ANA. Es un delito comercializar con el agua”, señala.

La única fuente de agua en Characato es el Ojo del Milagro. Si este se secara no habría otra opción para regar cultivos.
Alguno pobladores han avanzado construyendo chacras sobre el Ojo del Milagro de Characato, lo que podría causar afectación.

Invasiones también son un riesgo para los manantiales y el acuífero

Otro problema son los daños a los manantiales por culpa de los invasores de terrenos. Jesús Aguilar Guillén es un poblador de Characato que desde hace cinco años denuncia la proliferación de invasiones en los cerros de su distrito. Ha denunciado a los dirigentes de la comunidad campesina de Characato ante el municipio del mismo nombre por vender terrenos en los cerros y beneficiarse de ello. “Estos dirigentes se están haciendo ricos. Venden cada lote desde 50 mil soles a más. Zonas que antes eran cerros, andenes o chacras ahora quieren urbanizarlos”, explica sentado sobre una roca en la cima del cerro El Coronado, con el fondo de una invasión ubicada en el anexo de Yanayaco. En ella ya hay al menos tres sectores invadidos.

Sobre las denuncias, el gerente municipal de Characato, Lisandro Salas, indicó para este reportaje que han tomado nota y que están tomando medidas. “Las comunidades campesinas tienen autonomía, y lamentablemente en Characato están utilizándose para negociar con los terrenos para urbanizarlos, cuando deberían protegerlos pensando en el futuro. Lo que podemos hacer desde el municipio es no dar constancias de posesión y no realizar obras de saneamiento, como agua potable o electricidad”, añadió.

Pero más preocupante aún es que esas invasiones podrían provocar la rápida muerte del acuífero y de los manantiales u ojos de agua que emanan en la base de algunos cerros y que son la fuente de vida para la población, la agricultura y ganadería de la zona suroriental de la ciudad. El jefe de la AAA en Arequipa señala que las urbanizaciones podrían impermeabilizar el terreno, evitando así que el agua de las lluvias filtre hacia el subsuelo. A la larga, evitarían que el acuífero restablezca su nivel natural. Además, existe riesgo de contaminación del acuífero porque los invasores empiezan a botar basura y a construir baños a modo de silos, lo que provocaría que los desechos humanos se filtren hacia el agua subterránea.

Además de Jesús Aguilar y los agricultores de Characato, la preocupación también es de instituciones como el Ingemmet y el Servicio Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor). El estudio Perímetros de Protección de Manantiales de la zona suroriental de Arequipa, publicado en 2018, señala que en muchas zonas donde hoy se ubican invasiones de terrenos existe un riesgo alto de afectar al acuífero y a los manantiales. Es por ello, que el documento propone tomar medidas de prevención.

El Serfor tiene un proyecto de reforestación del bosque de queñuales, pero avanza lento por la falta de presupuesto.
La queñua es un árbol que absorbe en sus raíces el agua y la llevan hacia el subsuelo. Además previene la erosión del suelo.

Sobre esto, el jefe de la AAA en Arequipa, Ronald Fernandez, señala que ya están por lograr en los próximos meses la declaratoria de toda la zona de los acuíferos de la zona suroriental de Arequipa como Área de Conservación. “Con esto podremos retirar a los invasores que se están instalando y que son respaldados por la Comunidad Campesina de Characato. También hacemos el llamado a las autoridades municipales a no entregar documentos que respalden estas invasiones ni viabilicen proyectos urbanísticos”, añade.

Para este reportaje, intentamos comunicarnos con los alcaldes de Chiguata y Polobaya, distritos donde se han reportado invasiones de terrenos; pero no respondieron llamadas ni mensajes. El único que respondió fue el presidente de la Comunidad Campesina de Characato, Guido Tasa Capia. Mediante llamada aseguró que no están promoviendo invasiones y que la gente que se asienta es porque necesitan vivienda. Brevemente, aseguró que quienes lo denuncian no conocen la situación real de Characato.

A todo esto, el subgerente de Comunidades Campesinas y Pueblos Originarios del Gobierno Regional de Arequipa, Rolando Apaza Viveros, dijo que en la zona suroriental han detectado 604 hectáreas invadidas por asociaciones de vivienda. En varios casos, señala el funcionario, se han reportado viviendas construidas. Los distritos más afectados son Chiguata, con 320 hectáreas invadidas, Characato con 200 hectáreas y Socabaya y Pocsi con 45 y 39 respectivamente. Además, hay otras invasiones en Mollebaya. El funcionario explicó que el modus operandi es que algunos dirigentes de comunidades campesinas están vendiendo terrenos, como en Characato y Chiguata, y luego esperan que las autoridades municipales promuevan la instalación de servicios básicos como agua y electricidad con el fin de quedar bien asentados. “La mejor alternativa para solucionar el problema es retomar el Plan de Ordenamiento Territorial. De esa forma se permitirá el crecimiento y desarrollo ordenado de la región”, acota Apaza.

El problema es que muchas de estas invasiones se acercan peligrosamente al bosque de queñuales del volcán Pichu Pichu. Este, indica el jefe del Serfor en Arequipa, Felipe Dueñas Gonzales, es el principal aportante para el acuífero, pues cuando llueve, sus hojas y raíces almacenan el agua y evitan que esta se pierda en las torrenteras. El bosque, que hace décadas tenía una extensión de 10 mil hectáreas, hoy se ha reducido a la mitad. El principal motivo es la deforestación alentada por el uso en los hogares de la ciudad desde épocas de la colonia, cuando aún no se contaba con kerosene ni gas licuado de petróleo.

La protección del bosque, dice el jefe del Serfor, es clave para la subsistencia a futuro de la agricultura y las poblaciones que viven en los distritos de Characato, Sabandía, Chiguata, Mollebaya, Posci y Polobaya. Es por este motivo, que el Serfor está preparando la declaración como Ecosistema Frágil del Bosque de Queñuales del Pichu Pichu. Con esta declaratoria no solo se protegerá los árboles de queñua sino también otra flora y fauna que crece en su interior.

El pueblo de Mosopuquio se quedó sin agua hace más de 30 años. Hoy el 90% de las tierras no pueden cultivarse.
El gobierno de Ollanta Humala construyó una pequeña presa, pero solo funcionó un año. La obra no se pudo culminar porque no tiene agua suficiente.

Sin embargo, lo que más necesita el bosque de queñuales es que sea reforestado o restaurado, como dice el biólogo Ulrich Zanabria. Él indica que desde el 2012 el Gobierno Regional de Arequipa tiene un proyecto para reforestar 170 hectáreas, pero por falta de interés político no se hizo realidad. “El proyecto se inició con Juan Manuel Guillén, aprobaron la idea pero no el proyecto. Luego Yamila Osorio me parece que no lo entendió. A veces es fácil comprender la intervención en una obra con metros lineales, pero no la reforestación. Ahora, con la gestión de Rohel Sánchez se está retomando la idea y esperamos que se haga realidad. Pero 170 hectáreas es muy poco, teniendo en cuenta que se requieren recuperar 5 mil hectáreas”, señala Zanabria.

El gerente regional de Medio Ambiente, Fernando Mejía, explicó que tienen un proyecto en fase de perfil para recuperar 5 mil hectáreas del bosque de queñuales del Pichu Pichu. El expediente final estaría listo en septiembre y el proyecto tendría un costo de S/ 68 millones. “Aunque el costo verdadero lo tendremos cuando esté listo el expediente. El proyecto también implica la creación de un Área de Conservación Regional”, señaló.

Teniendo el área de conservación, el gobierno regional por fin tendría jurisdicción sobre la zona y podría iniciar desalojos de los invasores de terrenos ubicados que se encuentren dentro. “Sería trabajo de la procuraduría regional. Pero estamos trabajando con las comunidades campesinas, para que puedan aprovechar el proyecto. Somos conscientes que las invasiones son un tema álgido, por eso es importante el diálogo con las comunidades”, añadió Mejía.

Pero también se trata de proteger el bosque. Con la reforestación, explican Felipe Dueñas y Ulrich Zanabria, deben impulsarse proyectos de aprovechamiento productivo sostenibles como ecoturismo, avistamiento de aves, con el fin de promover la conservación del bosque. Además, un esfuerzo para concientizar a la población sobre la preservación y cuidado del bosque de queñuales. “Muchas veces dicen en Arequipa que los pulmones de la ciudad son el Parque Selva Alegre y la campiña, pero no es cierto, el verdadero pulmón es el bosque de queñuales. Es el único que nos queda y hay que cuidarlo”, agrega Ulrich Zanabria.

Fernando Mejía explicó que el gobierno regional tiene planeado ejecutar proyectos productivos en el bosque de queñuales, para que las comunidades campesinas puedan aprovecharlo. Este sería en turismo y en recuperación de cultivos.

Todo esto significaría recuperar la agricultura. Hace más de 30 años que zonas como Mollebaya y Mosopuquio se quedaron sin agua y por tanto se perdió el 90% de su frontera agrícola. Hoy las chacras y andenes lucen abandonados, no se puede sembrar nada. La necesidad de agua provocó que la población migre. En Mosopuquio, en la parte alta de Characato, la poca población que persiste es en su mayoría de la tercera edad. Sueñan con algún día recuperar las plantaciones de habas, oca, maíz y papas que cultivaban; y los toros de yunta que se criaban.

Hace 12 años estuvieron a punto de hacer realidad ese sueño. El gobierno de Ollanta Humala construyó – a través de una inversión directa- una represa de 1,5 hm3 de capacidad. Lino Apaza, poblador de la zona recuerda que hubo una gran fiesta, pero la alegría les duró poco, pues nunca se tomó en cuenta la disponibilidad de agua de los manantiales, pues estos son utilizados por poblados como Piaca y Posci. Hoy la represa luce con muy poca agua producto de las lluvias de la temporada. “Pero esto se termina en unas semanas y lo poco que llega lo consumen los animales que pastorean por aquí. La represa no ha servido porque no aporta agua a Mosopuquio”, explica el poblador subido en uno de los cerros de la zona desde donde se ven el bosque de queñuales y la represa.

De igual manera, en Mollebaya se espera desde hace mucho el proyecto de la represa Casa Grande, que devolvería la vida a este distrito. Gestión tras gestión regional han prometido la represa y la actual de Rohel Sánchez no es ajena. Hace poco la anunciaron como un proyecto que harían realidad, pero ya nadie confía. Desde el gobierno regional de Arequipa, el asesor de gobernación Carlos Zanabria, explicó para este reportaje que la obra se encuentra en etapa de formulación. Esto tomará 90 días y recién después de ello, se conocerá el presupuesto y el tiempo que necesitará para hacerse realidad.

Lo único que se necesita, y con urgencia, es que la población tome conciencia de que si se continúan promoviendo invasiones, a futuro se pone en riesgo las fuentes de agua que hoy dan vida a la zona suroriental de la ciudad.

Invasiones y sobreexplotación amenazan al único

acuífero subterráneo de

Arequipa

Texto y fotos: Roberth Orihuela

Edición: Vanessa Romo

Coordinación general: Jonathan Castro

Esta investigación fue elaborada con el respaldo del FOREC – Foro de Reporteras y Reporteros en Conexión, en alianza con IDEA Internacional.

Los contenidos de este reportaje son responsabilidad de los periodistas y entrevistados y no necesariamente reflejan el punto de vista o posición de IDEA Internacional.

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