Entrevisté a la directora de cine Natalia Rojas Gamarra, directora de la película ‘Antonia en la vida’. Una hora antes de la entrevista, el lugar había sido cambiado por una cafetería en el centro de la ciudad. Tuve dificultad para encontrar el lugar. Así que cuando llegué, busqué apresuradamente con la mirada a Natalia.
Es ahí cuando pude observar detenidamente la cafetería. Se escuchaba música lo suficientemente baja para tener una conversación amena y lo suficientemente alta para notarla. Había mesas al aire libre y vegetación a cada lado de las sillas. En una esquina estaba ella, pero no sola. La acompañaban dos de sus amigas que son parte de su equipo técnico. Las tres iban vestidas de negro. Natalia con un polo estampado de su colectivo audiovisual, Yuraqyana. Su cabello ligeramente ondulado y desordenado. Sus brazos con tres tatuajes a la vista -un tigre, un perrito con una pizza y una nave espacial-. Y accesorios hechos a mano que -junto a los demás detalles- revelaron un poco de su personalidad. Alegre, amena y tranquila.
Me presenté ante ellas -una presentación un poco improvisada- y me saludaron. Me acomodé en una de las sillas y alisté mi grabadora. Estaba un poco nerviosa, pero su sonrisa me dio la valentía para comenzar con la entrevista y conocer más sobre ella, Natalia Rojas. Como menciono líneas arriba, es una directora de cine. Y lo más importante es que no tiene miedo a equivocarse; porque cada día aprende más sobre este arte que hoy es su vida y a través del cual quiere contar historias comenzado con la suya.
¿Qué fue lo que te impulsó a dedicarte al cine?
Desde el colegio me gustaba escribir. Escribía en la clase de lengua y había un profesor que me decía que no escribía bien y que mejor me dedique a otra cosa. Es ahí cuando pensé que eso no era para mí. Entonces cuando entré en la universidad, me encontraba en la facultad de Comunicaciones -porque ahí es donde vamos todos los que no sabemos qué hacer-. Cuando estaba en la facultad, llevé talleres de video y técnicas audiovisuales y me di cuenta de que a través del cine también podía contar historias. Ahí dije “el cine es mi carrera”.
¿Tuviste apoyo por parte de tu familia?
Tengo que agradecer a mis padres que no tuvieron ningún reparo en apoyarme. De hecho, ellos preferían que estudiara derecho o ingeniería industrial pero nunca me obligaron. Tal vez -al principio- no entendían muy bien qué estaba haciendo, preguntaban “de qué va la carrera”. Pero ahora que han ido al estreno de la película -y han visto cómo eso es mi vida- lo entienden. Están orgullosos y felices de que siga el camino que realmente me hace feliz.
¿Hubo algún momento en el dudaste en seguir este camino?
Después de terminar de estudiar la carrera, hice un taller documental y luego me dio miedo enfrentarme a ese deseo de querer hacer cine porque lo veía muy grande e imposible. Entonces empecé a hacer un montón de cosas -que no tienen nada que ver con el cine-. Hasta que cuando ya estaba muy perdida en la vida, fui con un psicólogo. En la primera sesión, me hizo llorar un montón. Me preguntó “de verdad ¿qué quieres hacer en la vida?” y yo le dije “¡quiero hacer cine!” y empecé a llorar porque era la primera que lo decía en voz alta y lo admitía a mí misma. Me dije: «Ya es momento de afrontar tu miedo”.
Comencé a tomarme más en serio y a la película también. Yo, al realizarla de esta manera tan independiente y de pocos recursos -con nuestras cámaras- estaba con los brazos abiertos al fracaso, a equivocarme. Ya no me importaba mucho si me salía mal, es parte del aprendizaje.
¿Cómo nace la idea de crear el colectivo audiovisual YURAQYANA junto a tu hermana?
Yuraqyana es un quechuísmo que significa blanco y negro. Al principio, el colectivo audiovisual lo hice con unos amigos de la universidad. Pero esto no resultó porque al final no nos llevamos bien. Una amiga se fue del país y quedó en nada. En esa época, había terminado la universidad y Carmen -mi hermana- estaba finalizando sus estudios; entonces, yo no sabía qué hacer pues tenía la empresa formada y Carmen me dijo “Natalia hay que hacerlo nosotras” y le dije “¡ya!”.
Y así fue como formamos Yuraqyana. Ahí es donde nace en realidad; porque, con mis amigos no llegamos a hacer nada -simplemente teníamos el nombre-. Empezamos con lo que estaba a nuestro alcance: primero grabar vídeos en vivo de algunas bandas que nos gustaban como Asmereir, 6 Voltios, Rafo Ráez. Luego, hicimos videoclips. Finalmente, hicimos cortometrajes y ahora, películas.
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Sobre el largometraje “Antonia en la vida”:
Al haber sido la guionista, directora y editora del largometraje “Antonia en la vida” ¿Cuáles son los retos que has enfrentado durante el proceso de preproducción, producción y postproducción?
El reto más importante fue el dinero. Aunque nuestro largometraje es pequeño, se necesitaba capital para pagar a las personas que se involucraron en la idea. Felizmente, conseguí por parte de mi familia un préstamo. En mi caso, el mayor desafío siempre es el dinero. Al redactar el guion, siento que a veces me falta la disciplina para sentarme y empezar a escribir. A mí me ayuda un montón meterme a talleres de lo que sea. En este caso, me metí a un taller de guion que me dio una base importante de la película.
Otro obstáculo siempre soy yo, porque debo ponerme fuerte con lo que quiero hacer y darle. Soy muy dispersa, a veces no me comprometo con las cosas. Hago un poco de acuarela, un poco de huerto, un poco de otras cosas. Y estoy sorprendida porque esta película realmente inició el 2018 y -ahora- estamos en el 2023 y seguimos en la película. Entonces, ese nivel de compromiso con esta idea me ha sorprendido y me ha demostrado que sí puedo hacer esto y espero que en el futuro pueda hacer proyectos más grandes también.
Sabiendo que es tu primer largometraje, fue autofinanciado y hecho íntegramente por mujeres ¿Qué representa para ti este largometraje?
Para mí, ha sido como si me hubiera graduado en una especie de escuela de cine. Porque esta fue mi primera película, pero también fue el primer largometraje de todo mi equipo técnico. Para el equipo, era nuestra primera oportunidad de producir una película, que suena a veces tan distante y difícil. Fue una oportunidad de poder equivocarnos en el camino. Sin miedo a nada porque todas estábamos ahí por primera vez haciendo esto. Algo que siempre digo es que mientras más me equivoque, más voy a aprender y así fue con la película. La producción fue con pocos recursos y bastante pequeño el equipo. Eso nos dio la libertad y confianza de equivocarnos y poder aprender, de no decirnos nada, de ser tolerantes entre nosotras y enseñarnos mutuamente lo que es el cine.
¿De qué manera el largometraje representa tus vivencias y quizás el de otras mujeres que pertenecen a esta realidad peruana?
En ese sentido, la película trata de una mujer de treinta y casi cuarenta años que todavía no quiere tener hijos, ella es muy Natalia. Tengo tías mayores, que siempre me dicen “Natalia te estas equivocando, porque deberías tener hijos, deberías casarte. Mírame a mí, yo me arrepiento”. Siempre he dicho que no quiero casarme ni tener hijos, pero después de todo me hacen dudar. Me hacen preguntarme si estaré en lo correcto o a lo mejor cuando tenga su edad me voy a arrepentir.
Y eso lo viven bastantes chicas con lo de la maternidad. A veces se piensa que es una parte obligatoria de la mujer y no es así. Personas como mis tías se han sentido mal por no ser madres y esposas. Me da pena que piensen eso porque no es así. No debería ser así. Las mujeres podemos ser plenas sin haber sido madres o sin habernos casado.
¿Qué aporte consideras que le da tu mirada femenina al largometraje?
He recibido comentarios estos días de chicas que agradecen tener esta mirada femenina sobre la maternidad en el cine peruano. Sienten la película bastante femenina. También mujeres mayores me dicen que han sentido lo que Antonia vive y todas las preocupaciones que están en su cabeza sin que ella lo haya hablado. Yo no sé si es algo que solo notan las mujeres.
Hace unas semanas escuché un podcast de Lima, en el que hablaban dos hombres sobre la película. Ellos decían que esta es una película solo para mujeres y que ese es el nicho del que la directora debería preocuparse. Yo sentía que no habían entendido la película. No sé si es cuestión de sensibilidad entre hombres y mujeres, porque sí creo que somos diferentes en bastantes cosas -tal vez una de ellas es la sensibilidad-. Pero también había chicos que me comentaban sobre la paternidad y cómo el largometraje les ha hecho reflexionar.
Después de este ciclo descentralizado de proyecciones en diversas regiones del país ¿Tienen otros proyectos en mente o hay algo preparado para el futuro?
Ahora que ya vamos a terminar con esta gira de proyecciones de ‘Antonia en la vida’ estamos avanzando la postproducción del segundo largometraje de Yuraqyana que es dirigido por mi hermana. Este se llama ‘Comparte espacios’ y tiene otra temática totalmente diferente. Trata sobre la salud mental en las mujeres jóvenes. Ojalá podamos estrenarla a finales de este año o a comienzos del próximo. Ese sería nuestro proyecto más inmediato. También estamos pensando en nuevas historias. Debemos estar siempre haciendo un montón de cosas.
Hubo una pequeña conversación con la grabadora apagada -por un percance mío- pero intento recordar con detalle sus palabras. “El fracaso no es tan malo como parece” me comentó con una sonrisa. Hay que arriesgarnos, no importa si sale mal. Su largometraje tiene una duración corta -un poco más de una hora-, pero su proceso de varios años impulsó a Natalia Rojas a contar historias a través del cine y no rendirse.
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